miércoles, 9 de octubre de 2013

Muuuuuuucha mala leche

Me mira desde lo alto del estante, perversa. A ciertas horas sus ojos saltones, su lengua juguetona y el cencerro inmóvil, resultan simpáticos; pero cuando cae la noche se transforma. La vaca de barro que ocupa un lugar prominente en el salón parece tomar vida, retoma su enfado constante. Frunce el ceño, me observa fijamente. De su boca, pende una gota de saliva y el badajo me apunta directo entre ojo y ojo. Creo que me odia, quizá quiera comerme. Lo mejor será que me vaya a dormir. Mañana, con las primeras luces del alba, volveremos a sellar la paz.

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