jueves, 23 de febrero de 2012

La despedida


(0:05)
Sigue sonando aquella melodía...
El recuerdo, tan intenso aún, me derrite el alma.
La primera despedida,
siempre triste sin saber si te perdía.
La noche, intensa y obscura,
guardará para siempre grabados en su memoria
cada beso, cada abrazo,
cada lágrima de tu partida.
Recuerdo tus ojos, la inmensa tristeza que infundían.
Recuerdo mis manos inquietas, sin saber qué hacer
salvo agitar el pañuelo alejándote de mi lado.
Recuerdo cada nota como si fuera mía...

(0:55)
En el camino de regreso anhelé tu vuelta.
Soñé con el trance y volvió a despertarse
el calor de mi corazón dormido.
Cada calle que recorrimos juntos,
cada rincón en el que fuimos uno.
Pensar en nuestra casa,
cada silencio impregnado de tu aroma,
las sábanas revueltas del último amor.
Rememorar cada instante
en el que fui tuya y tú fuiste mío,
cada caricia que perdimos en la inmensidad
de los cuerpos de pasión encendidos.
Y saberla vacía, llena de tu ausencia,
sin tu despertar junto al mío,
esa soledad doliente, dolida
que hiere el alma de los más queridos,
me hizo detener el reloj.

(1:55)
Me contuve un segundo
en la eternidad del momento.
¿Cómo había sido capaz de asumir
que podría vivir sin ti?
Fue culpa mía, fueron mis temores
fue mi torpeza, mi inexperiencia
los que te llevaban de mi vida.
Y algo dentro de mí me avisó
de que aún estaba a tiempo,
de que no todo estaba perdido.
Despertó una última oportunidad
para suplicar tu perdón y rogar tu cariño.
Una insomne ocasión
para volver atrás y enmendar mi error,
para confesar que lo eras todo,
admitir mis inflamados sentimientos,
declararte sin más remedio que te quería,
que te sigo queriendo...

(2:47)
Volví sobre mis pasos...
¡Oh, agonía! Me perdí en los mismos
en la desesperada búsqueda de mi amante.
Volví repasando cada recuerdo ...
¡Oh, extravío! Caprichoso sinsentido
para no perderte en el olvido.
Volví evitando las saladas...
¡Oh, cómo pude estar tan ciega!
No sabía si sería capaz de encontrarte.
Volví a avivar las llamaradas...
¡Oh, pasión! Apetito vehemente
imprescindible para mi supervivencia.
Volví a recordar tu risa...
¡Oh, vida, qué será de mí sin ella!
Mi luz, mi estrella, mi guía.

(3:34)
Te busqué entre la gente
que parecía ponerse de acuerdo
para impedirme alcanzarte.
Hombres y mujeres sin rostro,
los fantasmas del pasado que,
en el delito de la envidia,
se empeñaron siempre en alejarnos.
Mi sombra huía presa del miedo,
tuve que atarla a mis pies
para que me encontraras plena.
Mi tristeza se fue diluyendo
en el caminar vacilante,
agarrándose a las piedras del camino.
Luchaba con la incertidumbre.
¿Descompondría tu partida
haciéndote volver conmigo en inseparable?
Empezaba a faltarme el aliento.
Si hubiera sido cuestión de vida o muerte
habría preferido a la parca.
Al fin llegué al acceso del que sería,
entre la verdad y la mentira,
el destino incuestionable.

(4:28)
Te encontré...
Tu mirada...
Tus manos...
Eras tú, sin más, sin palabras.
Solo un susurro en boca ajena, recordándonos.
Solos en el andén, apeadero de despedidas
alimentando la aflicción.

(4:50)
Se encendieron las esencias
en el encuentro cristalino.
Nos acercamos irremediablemente
llevados por la vorágine impetuosa.
Sabías que había vuelto a buscarte...

(5:02)
Tu abrazo, infinito, en acorde perfecto.
La sonoridad de tus sentimientos.
La intensidad de cada beso,
más grande que al principio.
Cada caricia regalada sobre mi cuerpo,
tu mano amarrando mi cintura.
Y los corazones latiendo al mismo tiempo.
¿Acaso hubo amor más puro?

(5:29)
Te apartaste de mi mundo...
Tomaste mis manos entrelazando los dedos.
Supe en ese mismo instante que no volverías,
que te marcharías para siempre.

(5:44)
Me regalaste una confesión sincera:
«Te amaré siempre, siempre...»

(5:53)
Subiste al vagón y te disipaste
con el humo en un último adiós.

martes, 21 de febrero de 2012

El término adecuado

Amigos; nos ata irremediablemente la amistad. Y ~del asa, pues nos une la intimidad.
Novios,  en una de las acepciones de la RAE: «Persona que mantiene relaciones amorosas con fines matrimoniales». Para mí es un término asociado a otras edades; pero he de respetar tus deseos y solicitar tu paciencia, pues en mi situación actual, de momento, es inimaginable...
Prometidos, dado que tenemos promesas por cumplir, esas que juramos en la intersección de dos calles.
Pareja, pues somos dos personas en correlación y semejanza.
Porque no somos tan solo amigos, aunque sí cuasi-novios, prometidos y comprometidos en pareja inseparable. Por todo eso te diré que me quedo con un único término que lo engloba a todos: amantes.

domingo, 19 de febrero de 2012

Extraña

Hay días...
Días que podrían ser como otro cualquiera; fríos, cálidos.
Días que cobran sentido si estás con la persona adecuada.
Días que se pierden entre las hojas, otros que quedan guardados para siempre en la memoria.

¿Será hoy uno de ellos?
«Solo lo dirá el tiempo»... Se empeñan en dictar las palabras, pero mis manos están inquietas, necesitan decirlo todo.
«Tempus fugit», irremediablemente... Se empeña mi cabeza pensante en ubicar los nuevos resgistros fabricados entre los antiguos, sobre ellos, pisando sobre lo vivido.

Son muchos, viejos-nuevos sentimientos los que trastocan los cimientos de este pensamiento aún amarrado a la rutina del pasado.

… Un paseo por una ciudad desconocida, tatuando el empedrado sobre mis pies oxidados.
… Ver apagarse el día cuando aún no ha empezado, caminando sin rumbo fijo.
… Sus miradas, sus besos, su risa; simplemente él.

… Y al final de día vivir un recuerdo que no sé si es mío, en compañía de quien no es mi gente, en un lugar extraño y con cada canción un recuerdo. Quisiera decir que todos fueron buenos, pero sigue el dolor latente. Me siento extranjera en mi propia tierra: no entiendo el idioma, no percibo el olor ni llegan a mis oídos los acordes. «Solo es un recuerdo, uno nuevo», me repito. Instantáneas. Miradas furtivas. ¿Cuánto habré de esperar para no sentirme anónima en mi nueva vida?

jueves, 16 de febrero de 2012

Las dos caras de la moneda

Una dulce, otra amarga.
Una brillante, otra apagada.
La feliz y la desgraciada.
La de las risas, la de los llantos.
El pasado y el futuro.
Despierta, dormida.
Una serena, otra en tormenta.
Algo perversa, algo bondadosa.
Un pelín morbosa, un pelín saludable.
Simpática, odiosa.
La mejor amiga, la peor enemiga.
Vengativa, generosa.
...
Todo en perfecto equilibrio,
En cuidada armonía.
Girando siempre sin saber
De qué lado caeré a cada momento.

Soy los dos lados de la moneda.
Me pregunto...
¿Qué será de mí el día que caiga de canto?

lunes, 13 de febrero de 2012

Curiosidad felina

Ara Malikian - Lágrimas de cera

Volver a casa es volver a tu mundo. El frío de la noche y su obscuridad son tus cómplices. A cada paso, tus pensamientos vuelan, te hacen transparente. Quisieras liberarte de tu ropa, desaparecer entre las sombras, pero es lo único que te ata a la realidad. El silencio te permite oír las voces ajenas y las propias. Te concentras en la línea recta.
Al final de la calle distingues un bulto que permanece inmóvil. La distancia aún no permite saber de sus intenciones. Ralentizas tu paso, le das tiempo. Imaginas, imaginas siempre. La luz de las escasas farolas ilumina un recorrido que se te antoja interminable. Necesitas volver a casa, descansar tu corazón, pero te inquieta no saber. La curiosidad es más grande que tu sueño.
Según avanzas, tu vista pone nombre al interfecto. Quieto, con la mirada perdida sobre el asfalto. Todavía no te ha visto, tu transparencia es tu aliada. Pasa un coche. Él levanta la mirada y se vuelve. Quizá un olvido o asegurarse de que cerró el coche. Quizá una despedida, de esas que son para siempre. Todo, todo puede ser... o nada.
Avanzas en automático. La casualidad os ha unido para siempre. Al llegar a su altura evitáis miraros a los ojos. Su aroma, su porte, su traje negro; es un misterio mudo, un secreto indesvelable. Continúas aprisionando las palabras en tu boca, quisieras preguntarle. Caminas hasta la acera opuesta, te detienes. Solo un instante, una mirada, el adiós y seguir con vuestras vidas...
Volvió a mirar a ambos lados. Por fin el gato cruzó la calle.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Dos ideas

Me has prometido un futuro lleno de risas, confesiones, dudas, miedos y paseos, todo ello compartido en perfecta armonía. Pero, ¿y si te pidiera más? ¿Serías capaz de entregármelo?
Te dejaré solo dos sentimientos que ahora conviven en dicotomía: te echo de menos tanto como te quiero...

lunes, 6 de febrero de 2012

Contradicciones

Necesito orden y concierto en mi cabeza. ¿Puede vivir con lo que tengo? ¿Quiero hacerlo? Pero, analicemos más despacio...
"Puedo vivir", para empezar. Como poder, puedo. Respiro, es lo mínimo y sin esfuerzo. Las otras actividades necesarias para mantener un cuerpo vivo me interesan menos, salvo el sueño y solo porque soy una dormilona incorregible. La duda viene cuando me planteo si quiero hacerlo.
"Con lo que tengo", para seguir. Como poder, puedo. Tengo ahorrillos que me permiten seguir viviendo del cuento, pero la inactividad me consume y escribir me derrota cuando no va más allá de mis ojos. Hacen falta más cosas para continuar el camino y, creo, que las tengo todas: salud y amor. Vuelve la duda.
Me siento como mi filósofo: bien, si tengo lo que necesito y soy feliz, ¿para qué seguir viviendo? Después de tanto tiempo sumida en la tristeza me veo incapaz de volver a ella, no creo que pudiera soportarlo. ¿No sería mejor dejarlo ahora cuando todo es casi perfecto?
Me inquieta y a la vez me reconforta no saber qué traerá el mañana porque realmente no me importa, y ese desinterés me inquieta y a la vez me reconforta porque me pienso capaz de superarlo todo, y esa sensación me... ¿Qué estoy diciendo? Ayer, alguien con sabias palabras, afirmó con rotundidad que para iniciar mi nueva vida le había echado un par de huevos. Seamos sinceros, ¿no será que estaba muerta de miedo? ¿No será que sí me importaba el mañana y que no era capaz de asumir las circunstancias que me rodeaban?
¿Se puede ser fuerte y débil al mismo tiempo? ¿Se puede ser valiente y cobarde por el mismo hecho?
Solo son pensamientos, contradicciones, que necesitan el hueco adecuado en la estantería.

Mi vida sin mí

La muerte, protagonista de muchos de mis cuentos y que tanto tiempo he tenido olvidada, ha vuelto a reclamar su presencia. Me pide que atienda sus peticiones, sus caprichos constantes, desea que le dedique algunos versos y, si estoy generosa, alguna página en mis nuevos proyectos.
Es curiosa la vida, que complementando a la parca, a veces prefiere hacer oídos sordos a lo que siento. Enmudece, se detiene, quizá piensa que está todo hecho. Me deja charlando con mis obscuros planes, preparando el último café para dos.
Vida y Muerte, en ese orden, las adoro a ambas porque las dos me dan lo que quiero. Pero de momento tendrán que esperar. Ahora mismo vivo sin mí, no tengo horarios ni obligaciones salvo la de respirar a diario. Mi plan está cercano.

viernes, 3 de febrero de 2012

Al mismo ritmo

Suspira...
Palabras sin voz que se escapan por tu boca
dejando los sonidos húmedos de deseo,
atrapados entre tus dientes.
Saliva, ¿no los sientes?
Serán ellos quienes inquieten tu cuerpo,
los que despierten los sentidos de ese corazón dormido.

Respira...
Palabras profundas que deciden abandonarte para envolverme,
susurrándome al oído que me anhelas,
que me esperas junto a tu lecho.
Inspira profundo, ¿no lo sientes?
Serán ellos quienes te muestren que estás vivo,
los que despierten la pasión de ese corazón dormido.


Siente...
Latir tu corazón que ahora suspira y respira
al mismo ritmo que el mío.

Suspiremos, respiremos, sintamos...

jueves, 2 de febrero de 2012

El colorante perfecto


Sonia, madre primeriza, sobrevivió a los mocos y las fiebres de su pequeño Manuel con verdadero estoicismo. Los dientes fueron otro cantar; los periodos de irritabilidad y alteración del sueño se convirtieron en lo más sencillo de capear, el problema vino con la negativa del niño a comer. Compró todos los modelos de mordedor disponibles en la farmacia, ―siempre sin PVC―, con música, sonajero, juguete incorporado y hasta con refrigerante, pero nada funcionaba. Volvieron los mocos, las fiebres, la irritabilidad y el mal sueño, todo a la vez. Pensó que no saldría de esa, pero cuando al fin asomaron los primeros dientes todo pareció volver a la normalidad.
Manolín, como lo llamaban en casa, siguió creciendo a buen ritmo a pesar de mantenerse prácticamente del aire. Sonia, preocupada, le preguntó a su madre:
―Este niño me tiene inquieta, no come prácticamente nada. No sabes lo que me cuesta darle siquiera un plato de sopa.
―No te preocupes, ya comerá cuando tenga hambre.
Y así sentenció la consulta.
El trance de las papillas lo atravesó discretamente, tampoco hacía falta masticar mucho así que la ley del mínimo esfuerzo la aplicaba a la perfección. El drama se inició con la comida sólida; cuántos llantos tuvo que soportar la pobre Sonia hasta que Manolín decidió probar la carne y el pescado. Para que se lo comiera antes debía hacerles la autopsia, cortarlos en diminutos trozos y separarlos sin que se rozaran unos con otros. El niño inspeccionaba con detalle el plato y después empezaba a comer muy lento, tanto que a veces empalmaba la comida con la merienda o esta con la cena. Volvió a consultar con su oráculo particular pues el anterior consejo no parecía tener efecto...
―Mamá, ¿qué hago? Me cuesta horrores que el niño se coma siquiera media rodaja de merluza. Y míralo, que parece que no se le agotan las pilas, no sé de dónde saca la energía con lo poco que me come.
―Cariño, ¿has probado ya a darle verdura? El puré se lo comía divinamente.
Volvió a sentenciar.
Sonia buscó información, sabía que la verdura sería el mayor reto al que se enfrentaría. Empezó probando a cortarlas minuciosamente como hacía con el resto de la comida, pero el niño las apartaba de forma automática. Le dibujaba caritas sonrientes intercalando los trozos, pero nada, volvía a deshecharla como si de la peste se tratara, de hecho hasta les puso nombre: «coloritos». Volvió a la técnica del puré en pequeñas dosis acompañando al resto, pero ni olerlo quiso. Como último recurso preparó postres: aprendió a cocinar una estupenda tarta de zanahoria que solo pudieron apreciar sus familiares más cercanos.
Se rindió, no había más que hacer. Un día, viendo la televisión, ya cansada de insistirle al pequeño Manolín para que acabara los fideos, puso el canal de Teletienda. Una mujer ya entrada en años mostraba las increíbles bondades del colorante «Cobalto, el color de los más altos». En guisos, fritos, cocidos y hasta en postres, todo aquello que cocinaba tomaba un atrayente tono azulado. No lo pensó, cogió el teléfono y encargó dos frascos por el módico precio de 59 euros, incluyendo un medidor y un libro de recetas de regalo. En cuestión de un par de semanas, su pequeño empezó a dibujar peces nadando entre olas y pollitos bañándose en una charca. El plato se convirtió en su particular lienzo y satisfecho de su trabajo acababa por comérselo todo.