viernes, 1 de agosto de 2008

Corazón, cuerpo y alma


Dejadme, dejadme ser tristeza porque así es ella
porque ella soy yo, porque no hay nada.
Dejé la lucha hace ya tiempo, me cansé de combatirlo todo,
hasta los suspiros,
de esperar explicaciones que nunca llegan,
me cansé de no estar nunca a a tiempo,
de no ser apropiada,
de no dar con la respuesta adecuada,
de escoger siempre equivocado el camino.
Solo quiero que llegué el fin,
-cuanto antes-,
dejar de sentir, de escuchar las palabras que,
insistentes, se empeñan en rescatar mi alma
de este obscuro sinsentido que se ha acomodado a lado.
Silencio, ese es mi único consuelo.
Silencio, no quiero oír nada,
ni el latido de mi corazón. Silencio...
Mis lágrimas,
-que aún quedan-,
empañan este momento,
dulce momento de nada, de vacío, de silencio.
Lo único que se siente es la noche,
el frío que pasa por mi ventana,
deseo que cubra mi cama como manta de invierno
y duerma mi corazón, mi cuerpo y mi alma.
Abre ventanas, abre puertas, deja pasar el aire, que la corriente limpie los malos ecos de nuestras diferencias

Soy y siento


No tengo palabras, hoy me levanté muda, sin recordar siquiera si alguna vez dije algo hermoso. A duras penas encontré este sitio, mi sitio, y repasé despacio cada uno de mis escritos...
Hoy me he dado cuenta de que nada cambia, de que sigo siendo la misma, triste pasajera sin maleta de este camino sin vuelta que parece no llegar a ninguna parte. Me he visto despojada de sentimientos que expresar y aún así me he llenado de esa insistente nada que todos mis versos acompaña; y con la nada, el vacío, ni una sola palabra, ni un solo sonido ha salido de mi boca, pero insistentes en mi cabeza me recuerdan que tienen nombre, unas susurran y otras me insultan, son mis pensamientos inquietos, dolorosos, malvados, algunos ingenuos, que se empeñan en abrirse paso a través de mi garganta, y trago saliva... Ahogaré todo su empeño, no quiero que nadie descubra que soy, que siento.