lunes, 18 de diciembre de 2006

Perfeccionando mi vuelo


Comenzó noviembre con una nueva oleada de extrañas aves en el cielo.
Los más ancianos del lugar comentaban en sus partidas y sus charlas lo raro de esta visita. Nadie conocía el origen de aquellos animales ni la razón por la que habían venido hasta nuestro pueblecito perdido en mitad de la Mancha. Hay quién aventuró que serían aves en migración, que quizá el cambio climático había hecho que cambiaran su rumbo hacia tierras más cálidas, aunque debo reconocer que no recuerdo un invierno más frío desde hacía mucho tiempo.

Llegó diciembre. Allí seguían. Entre vuelos, desde el cielo, nos observan a todos. Si tenías suerte y pasaban volando bajo casi daba la sensación de oírlas hablar, como si comentaran todo lo que desde lo alto veían. Algunos, -locos- según otros, juraban que las habían visto tomar nota. ¡Qué locura! Quizá eran seres de otro planeta, venidos desde muy lejos para tomarnos como rehenes y convertirnos en sus esclavos... -demasiado cine fantástico-.

Acabó el año y entre las fiestas de Carnaval y la Navidad, las aves se hicieron casi amigas del pueblo, porque pasaron a ser como un adorno más en el cielo. Y cuando cayeron las únicas nieves que han visto mis ojos, aquella aves levantaron el vuelo para no volver jamás.

Así entró el Año Nuevo, con un silencio generalizado y una extraña pena en las miradas de la gente. Nadie hablaba, nadie comentó.
Un día, justo el de Reyes, oí a un niño decir: "Mamá, ¿crees que los pájaros los trajo Papá Noël y que se los llevaron los Reyes? Nunca les dejamos nada y ellos nos dejan de todo... Igual es que les gustaron...". Creo que la madre ni lo oyó, estaba demasiado pendiente observando los escaparates, quizá pensando en las rebajas...

Creo que aquellas aves que vinieron sinuosas, que aprendieron de nosotros, se fueron cuando sabían todo lo que necesitaban, ni más ni menos. Supongo que continuarán su camino buscando nuevas fuentes de conocimiento que enriquezcan su vuelo. A veces me veo como ellas, buscando nuevas cosas que aprender e, incluso, aprendiendo de lo que encuentro a mi paso sin esperarlo. ¿Qué somos sino animales que perfeccionan su vuelo?

Bandadas al viento

Como bandadas, vinieron a anidar bajo este techo.
Los largos días a algunas vencieron
y optaron por tomar otro camino.
Otras, entre idas y venidas
con vuelos me decían
que vendidas a mi alma
jamás me dejarían.
Y es que esta casa mía,
que tanto les ha dado
les permite volar tranquilas,
y volver cada año a anidar a mi tejado.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Te miran



Volver del pasado desenterrando fantasmas, levantando heridas que creímos dormidas.
Sintiendo miedo...
Las palabras, vacías, se agolpan en boca y atroces, atentan contra mi vida rompiendo sin piedad las miradas malditas que me convierten en esa inmensa nada que...
Que camina,
que respira,
que vigila,
que te mira...

Te odié y te amé...

Pasaron los años y la distancia... y nuestra relación -si existió-, o lo que quedó de nuestra amistad, se quedó atrás, sentada a un lado del camino, justo donde ambos tomamos direcciones distintas.
Supongo que la vida ese eso: tomar decisiones, caminos que en nuestro caso, irremediablemente, nos vuelven a unir en algún punto.
No importa el tiempo que nuestros destinos vuelvan a compartir los pasos, ni siquiera si te odié o te amé, ya no importa...
Ahora, tal y como soy en este momento de mi vida, de lo que tengo, de lo que siento por quien ahora es mi guía y mi compañero. Ahora, que soy consciente de todo lo que me rodea, que dejé atrás los impulsos de la juventud, ahora... Sé todo lo que te quise y lo mucho que te odié y, a veces, me doy cuenta de que te sigo odiando, y al odiarte... sé que lo hago porque mi cobardía me impide odiarme a mí misma por no haber sabido quererte...

Sentimiento encontrados.
Quizás algo de desconcierto...
Mariposas que vuelven a revolverse en mi interior. Pero esta vez sé que no es por ti. Justo cuando nos despedimos, incluso, estoy segura que fue desde el primer momento en el que se encontraron nuestras miradas en la calle... Sé que te odié y te ame, que he dejado de odiarte y de amarte, hace ya tiempo de eso. Y ahora amo y amo y amo... y amo sin remedio alguno a quien ocupa mi corazón.

Necesitaba decirte adiós, dejar atrás el pasado. Al fin me he dado cuenta de que sigues ahí, quizá un poco alejado, pero justo a la distancia de la amistad.
Gracias.

martes, 5 de diciembre de 2006

Al otro lado de mí

Hoy me miré en el espejo del pasillo, me paré frente a él para buscar mis llaves que andaban por la mesita.
Aún no sé bien porqué, qué fue lo que me impulsó a quedarme frente a él, inmóvil; pero, juraría que había en él una mirada que, incansable, buscaba la mía. Pensé que encontrándola le daría la libertad tan ansiada, que rompería las cadenas que la ataban a ese marco viejo y ajado que aún decoraba el piso de mis padres después de tantos años.
¡Cuán equivocada estaba! Era yo la única que ahí se reflejaba. De pronto me vi atrapada, más vieja que hacía unos pocos instantes. Mi mirada era la que se perdía en el vacío obscuro del final del pasillo. Mi figura, casi desdibujada, se agarraba al extremo de la mesa. Insegura, se aceleró mi respiración, miré fuerte hacia el fondo y encontré... que no encontré nada.
Al otro lado de mí..., al otro lado, no había nada.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Mil besos

La última vez que nos vimos me quedaron mil besos por darte, los llevo en el bolsillo izquierdo, al ladito de mi corazón, por si volvemos a vernos, ya sabes...
Siempre que nos despedimos me pasa lo mismo, ¿a ti no? Me da la sensación de haber malgastado cada segundo que no pasé a tu lado, sabiéndote en la habitación contigua, en la cocina o en el baño.
He pensado para nuestros próximos momentos juntos besarte a cada instante: mientras caminas, mientras miras la hora en tu reloj, durante los anuncios, incluso en los trailers del cine... en todo momento.

Besarte los ojos, las mejillas, las orejas si es necesario, los labios... esos labios carnosos que tanto me gustan.
Besarte con mis manos, con mis ojos, con mi boca.
¿Cuántos llevo? Perdí la cuenta. Pienso dártelos todos cuando te vea; no quedes con nadie.


El beso. Gustav Klimt

La misma calle

Miraré cada día por la ventana a la misma calle por la que te vi marchar...